Una nueva ley... ¿menos discriminatoria?
La llegada de la LOMLOE trae consigo
cambios, como, por ejemplo, puntualizaciones en los requisitos para escolarizar a
tus hijos en colegios públicos o privados concertados.
En una primera lectura, y sin mucho
esfuerzo, se pueden observar modificaciones en la redacción de esta nueva ley,
que incluyen palabras como «alumnas» o «hermanas» junto a las de sus
equivalentes masculinos, con la idea de fomentar la integración, la tolerancia,
la paz, etc.
También aparecen términos nuevos
como «víctima de violencia de género» o la no «discriminación por origen racial
o étnico, orientación sexual o identidad de género», entre otros, lo que en un
principio podría parecer que, efectivamente, favorece una clase heterogénea y
variada.
Algo que nos llamó la atención
fue que, sin tener muy clara cuál es la lista completa de requisitos, entendimos
que cada centro puede escoger aquellos requisitos que les parezcan más
relevantes a la hora de elegir a sus estudiantes. Sin embargo, estos cambios
también afectan a los requisitos, ya que surge uno que parece tener más peso
que los demás: el de proximidad. Es decir, aquellas familias que vivan más
cerca del centro tendrán prioridad sobre aquellas que vivan más alejadas lo
que, a simple vista, parece lógico y no tendría por qué suponer ningún
problema.
No obstante, lo cierto es que no
todos los colegios son iguales y los padres siempre buscan lo que creen que es
mejor para sus hijos. Así, los niños acaban empadronados en casa de una abuela
o un tío con el objetivo de poder acceder a una educación de «mayor nivel».
En realidad, ¿hasta qué punto fomenta
la diversidad este sistema de libre elección? Pues sabemos que ciertos barrios
son homogéneos, con clases sociales parecidas de una mentalidad similar. Si a
lo anterior le sumamos que existe un requisito por el cual tienes preferencia
si alguien de tu familia está en el centro, ya sea un hermano estudiando o un
padre trabajando (recordemos que en los centros privados concertados tienen
procesos de contratación propios), la administración del centro tiene mucha
libertad no para discriminar a alumnos, pero sí para seleccionar a aquellos que
quiere, lo que, a fin de cuentas, deja sin plaza a estudiantes que «no coinciden con el perfil del centro».
Consideramos que lo mejor sería
proponer unos requisitos obligatorios para todos los centros, asegurando la
tolerancia y diversidad de las aulas, y dejando un pequeño porcentaje a elección
del centro para temas concretos.
Al fin y al cabo, ¿no aporta la
diversidad otro tipo de aprendizaje?
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