Más aes que bes

Personalmente, me encanta hacer cuestionarios que me encuadren en una de las ocho soluciones posibles y que, según mi respuesta a unas preguntas tipo test muy ambiguas, determinen mi personalidad.

Desde muy pequeña leía el horóscopo en las revistas de mis tías y me encargaba de que cada miembro de mi familia supiera que esta semana tenía que ahorrar más para poder comprarle un regalo a su pareja y que así le perdonara por haber invertido demasiado tiempo en el trabajo. La respuesta de mi primo de cinco años fue tirarme una pelota a la cara. Típico de aries.

La gente te mira incrédulo, como diciendo «qué chorrada, tu forma de ser no está directamente determinada por cómo estaban alineados los astros en el momento en el que naciste» y, sin embargo, todos quieren que les ayudes a leer su carta astral.

Para aquellos más escépticos, recomiendo el test de las 16 personalidades. Es algo mucho más real porque estás tus buenos 7 minutos respondiendo a preguntas que te incluirán en una de las 16 personalidades que, según el test, existen. Lo único negativo que veo es que la mayoría no sabe qué tipo de personalidad es, por lo que pierde la gracia.

Y no solo me gustaba el horóscopo y el test de las 16 personalidades. Me encantaban los test de: ¿qué dice tu escritura sobre ti?, ¿qué winx eres?, o incluso ¿de qué vas a morir? Evidentemente, lo importante a la hora de realizar este tipo de pruebas es que seas consciente de que el resultado no es real.

Mis amigas y yo también realizamos el test de las patologías de Pooh o el test viral de TikTok que te ayudaba a determinar si tenías ansiedad, depresión, etc. y que te invitaba a ir al psicólogo en caso de que salieran niveles alarmantes. Algunas de mis amigas se preocuparon muchísimo por los resultados, pero, repito, se trata de preguntas tipo test que probablemente no serían tu respuesta en caso de que la pregunta fuese de desarrollo; los pequeños matices (cómo formulamos la respuesta, qué palabras empleamos, cuál es nuestro tono) también son determinantes a la hora de un diagnóstico.

Por eso, cuando el profesor nos dijo que íbamos a realizar una serie de tests, me encantó la idea. En primer lugar, realizamos aquel basado en la teoría de McGregor de las «x» y las «y». A continuación, el test del Dr. Phill. Después, la adaptación de un test proyectivo del profesor, Xoán González. Este me pareció muy curioso: teníamos que dividir la hoja en seis cuadrículas, añadir un elemento ya dado a cada cuadrícula y, a partir de ahí, dibujar lo que quisiéramos en todas las secciones. Más adelante, recibíamos el papel de un compañero y teníamos que analizar lo que había dibujado, teniendo en cuenta que cada cuadrícula representaba una cosa diferente.

Gracias a este análisis te das cuenta de que cualquier persona puede estudiar lo que significan las cosas que haces o dices y, en realidad, no tiene ni idea del tema en cuestión. Aunque admito que fue divertido intentar analizar unos dibujos que no sabes a quién pertenecen y ver cómo otras personas te ven a través de los dibujos que tú haces.

Si os gustan los tests tanto como a mí, os dejo uno (test de Gardner) que realizamos en Psicología en el instituto sobre las inteligencias múltiples y que, en su momento, nos ayudó a entender por qué nos comportábamos de una manera determinada en situaciones concretas.

 

 

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