¿Educar o enseñar?
Cualquier acto que realicemos en público está sometido, por una parte, a unas normas sociales y, por la otra, a unos intereses propios. Es el individuo, en función del entorno en el que haya crecido, el que decide cuál de las partes tendrá más peso en el dictamen de sus acciones: la sociedad o él mismo. Así, nos mantenemos en un constante debate interno entre querer más libertad de obra y la tranquilidad que nos aporta el seguir unas normas ya establecidas, dejando nuestra mente libre para otras cosas. Lo mismo sucede con la centralización (o descentralización) educativa. ¿Pero qué es lo mejor?
Por un lado, la descentralización
tiene una mayor libertad, lo que favorece la creatividad del profesorado y del alumnado,
permitiéndoles el intercambio de ideas y el compromiso de los trabajadores con
el centro. En pocas palabras, el centro puede adaptarse a sus necesidades
propias y de sus estudiantes, teniendo en cuenta las peticiones de padres,
alumnos, profesores, etc. y que de esta manera exista una mayor armonía.
Sin embargo, no habrá unas normas
o unas pautas para seguir, por lo que todos tendrán que poner su granito de
arena para construir lo que en una escuela centralizada ya tienen de base. ¿Y
qué sucede cuando ninguna de las partes está motivada para invertir más tiempo
y dinero en una enseñanza más creativa? Por otro lado, aunque los profesores tienen
mayor independencia a la hora de inculcar unos valores, estos no tienen por qué
ser los que los padres les quisieran enseñar a sus hijos.
Es por esta razón por la que muchas
familias consideran que los centros deberían «enseña» y los hogares deberían
«educar». No obstante, es muy difícil (si no imposible) desligar la enseñanza
de la educación y viceversa, ya que las interacciones sociales entre alumnos o
entre estudiantes y profesores llevan consigo un bagaje intelectual que no se
puede (ni se quiere) ocultar.
Sin embargo, hay una cosa de la
que carecen: la relación con los demás. El ser humano es un ser social, no es
solo una necesidad humana para el bienestar mental, sino que a través de este
intercambio se pueden transmitir infinidad de conocimientos.
Los padres no siempre van a tener
el tiempo o la formación necesaria para educar de una manera completa a sus
hijos. De ahí que sea importante que vayan a la escuela, se relacionen con
otros niños de su edad, escuchen a los profesores, expertos en su materia, y
lleguen a casa a continuar con el aprendizaje de una manera más pasiva y
supervisada por los padres.
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