¿Educar o enseñar?

Cualquier acto que realicemos en público está sometido, por una parte, a unas normas sociales y, por la otra, a unos intereses propios. Es el individuo, en función del entorno en el que haya crecido, el que decide cuál de las partes tendrá más peso en el dictamen de sus acciones: la sociedad o él mismo. Así, nos mantenemos en un constante debate interno entre querer más libertad de obra y la tranquilidad que nos aporta el seguir unas normas ya establecidas, dejando nuestra mente libre para otras cosas. Lo mismo sucede con la centralización (o descentralización) educativa. ¿Pero qué es lo mejor?

Por un lado, la descentralización tiene una mayor libertad, lo que favorece la creatividad del profesorado y del alumnado, permitiéndoles el intercambio de ideas y el compromiso de los trabajadores con el centro. En pocas palabras, el centro puede adaptarse a sus necesidades propias y de sus estudiantes, teniendo en cuenta las peticiones de padres, alumnos, profesores, etc. y que de esta manera exista una mayor armonía.

Sin embargo, no habrá unas normas o unas pautas para seguir, por lo que todos tendrán que poner su granito de arena para construir lo que en una escuela centralizada ya tienen de base. ¿Y qué sucede cuando ninguna de las partes está motivada para invertir más tiempo y dinero en una enseñanza más creativa? Por otro lado, aunque los profesores tienen mayor independencia a la hora de inculcar unos valores, estos no tienen por qué ser los que los padres les quisieran enseñar a sus hijos.

Es por esta razón por la que muchas familias consideran que los centros deberían «enseña» y los hogares deberían «educar». No obstante, es muy difícil (si no imposible) desligar la enseñanza de la educación y viceversa, ya que las interacciones sociales entre alumnos o entre estudiantes y profesores llevan consigo un bagaje intelectual que no se puede (ni se quiere) ocultar.

Así, algunos padres han considerado que lo mejor para sus hijos es el homeschooling o educación desde casa, es decir, los niños permanecen en casa y son los padres los que se encargan casi por completo de su educación. Y digo casi por completo porque en España es obligatorio estar matriculado en alguna institución educativa, aunque no sea de este país. En estos casos de homeschooling, son los padres quienes deciden qué y de qué manera van a impartir las asignaturas. Sus hijos están en constante aprendizaje, ya que su casa se convierte en su centro de educación. De esta manera no solo aprenden matemáticas o castellano, sino todas las otras cosas que no se enseñan en los colegios, como aprender a cocinar, hacer la compra, etc.  

Sin embargo, hay una cosa de la que carecen: la relación con los demás. El ser humano es un ser social, no es solo una necesidad humana para el bienestar mental, sino que a través de este intercambio se pueden transmitir infinidad de conocimientos.

Los padres no siempre van a tener el tiempo o la formación necesaria para educar de una manera completa a sus hijos. De ahí que sea importante que vayan a la escuela, se relacionen con otros niños de su edad, escuchen a los profesores, expertos en su materia, y lleguen a casa a continuar con el aprendizaje de una manera más pasiva y supervisada por los padres.  

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