Díselo a un adulto
Desde pequeños nos bombardean con la expresión: «díselo a un adulto» como posible solución a casi cualquier problema. ¿Te has perdido? Díselo a un policía. ¿Tienes algún problema con uno de tus compañeros de clase? Díselo a un profesor. ¿Tu hermano mayor paga sus frustraciones contigo? Díselo a tus padres.
Eso es todo lo que tú podías
hacer de pequeño: contárselo a un adulto y él se encargaría de todo para que tú
pudieras seguir con tus preocupaciones de niño. Sin embargo, ahora que somos
los adultos, ¿hasta dónde podemos ayudar para que esa asistencia sea más
efectiva que contraproducente?
Existen varios papeles que pueden
ayudar al alumnado dentro del ámbito escolar: coach educativo, tutor,
orientador, asesor educativo o «influencer». Todos ellos tienen en común el
propósito de ayudar al estudiante a llevar una vida más organizada, a centrarse
en sus estudios, a proyectar planes de futuro… todo ello de un modo más liviano
y menos estresante.
Por ejemplo, el coach educativo
crea un espacio seguro, en el que los alumnos puedan sentirse cómodos a la hora
de expresarse o en el que los profesores puedan aprender a comunicarse con sus
estudiantes o sus familias de una manera adecuada y práctica. El coach intenta
facilitar el intercambio de pensamientos entre alumno y profesor, alumno y
alumno, profesor y profesor, etc., pero sin estar por encima del resto. Es
decir, el coach no simboliza a una figura de poder, sino que sus métodos se
basan en una enseñanza entre iguales.
Por otro lado tenemos al tutor y
al orientador. Las tareas de ambos se complementan, ya que el tutor se encarga
de una orientación vocacional, es decir, puede ayudar a tratar temas de exclusión
o de rivalidad, pero también puede enfocarse en plantear actividades que se
centren en el futuro laboral o académico o en las dificultades a la hora de
estudiar asignaturas. El orientador, en cambio, se centra en el individuo y en
las herramientas de las que dispone para llevar a cabo la meditación de las decisiones
para la orientación vocacional. Como apunte, el asesor educativo realiza las
mismas funciones del tutor, pero fuera de la clase.
Finalmente, nos encontramos con
el «influencer». La idea que normalmente tenemos sobre esta profesión es una
persona que «influye» en los hábitos de vida del resto de personas que le
siguen en redes sociales. Su mentalidad, su forma de vestir, su rutina, etc.,
los comparte con miles o millones de personas que, en ocasiones, implantan
estas novedades en su vida.
Los adolescentes, en particular
(aunque no son los únicos), son muy influenciables y, en ocasiones, se olvidan
de que lo que se muestra en redes sociales no siempre es lo real. No obstante,
no es necesario ser alguien famoso con miles de seguidores en las redes: un
profesor también es capaz de influir. Y es que, dependiendo de qué profesor te
toque, puedes tomar caminos muy diferentes en la vida. Gracias a ese profesor
puedes acabar amando la historia o pensando que no sirves para la física.
Creo que, realmente, cualquier
profesión puede servir de «influencia» a un adolescente que está descubriendo
hacia dónde quiere orientar su futuro. Tener personas a su alrededor que amen
lo que hacen y que quieran transmitirlo puede que incite en ese alumno las
ganas de, al menos, probarlo.
Como esos «adultos» en los que
dejan caer la responsabilidad de la solución, solo tenemos que procurar abrir
puertas a las oportunidades.
Me gusta mucho la comparación que haces de los docentes con los influencers, porque como dices, los coach, tutores y orientadores tienen un papel fundamental en ayudar a los adolescentes a encontrar su camino. Además, pasar de ser influenciados a influenciadores no es nada fácil, asi que necesitan todo el apoyo que comentas. ¡Me ha parecido un post muy interesante!
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